20 de enero de 2013

PREGUNTAS




Hablemos de sexo, dijo. Tere lloró cuado lo dijo, Roger lloró cuando ella lo dijo. Tere y Roger acababan de ingresar a mi consultorio; era su segunda sesión de pareja. 
En nuestro primer encuentro se presentaron mancuernados, expansivos, ironizando sobre su desemejanza. Pareja desde los 16 años de ambos, veinte años después y dos hijos deciden hacer una consulta por miedo a perderse uno del otro si bien no especificaron en ese momento cuál sería la razón.  
Hablemos de sexo, insiste Tere. 
Se pone de pie dándonos la espalda; Roger acepta la caja de pañuelos desechables que acerco y trata de que su mujer vuelva a sentarse, allí, a su lado. Ella lo rechaza.
Comienza desmenuzando desencuentros y críticas recientes, y Tere  interrumpe furiosa: 
-No, no es así, contá bien, desde el principio. Si no lo contás así no tiene sentido...
-...por algún lado tengo que arrancar; por favor dejame que encuentre el hilo, no me apures.
-¡Que no te apure! ¿No te parecen suficientes los tiempos que te viniste tomando?

Roger fue abusado de niño por una abuela. Una abuela manoseadora, dictatorial, omnipresente en ese caserón de muchos hijos, muchos nietos. Roger dormía siempre con ella.
Cuando Tere lo conoció, Roger recién comenzaba a salir con chicas. Cursan un romance de ternura lírica pero sin sexo; él aducía que más adelante, mejor cuando estuvieran listos, que al casarse. Y esperaron.
La vida sexual del matrimonio desde su inicio mismo giró alrededor de la anorgasmia de Tere; experimentaron innúmeras y variadas estrategias pero nunca tuvo un orgasmo. Nunca con él, al menos.
Hará casi un mes que Roger, tras oponerse con vehemencia a que su nene fuese de vacaciones con los abuelos, le devela a Tere los episodios de la infancia.
-Lo que más me duele es que el asunto de mi orgasmo ensombreció toda mi vida, toda nuestra vida. Yo me sentía tan culpable -mastica Tere cada sílaba.
-Jamás me propuse engañarla, lo juro; sólo tenía miedo de que me rechazase, que le diera asco incluso... ¿Pero acaso el no habérselo contado tiene que ver con su falta de orgasmo?

Era el momento de intervenir. Recapitulé ciertos detalles de lo sucedido y hablado en ambas entrevistas hasta recalar en esa última pregunta de Roger: tal como lo había previsto, la forma en que la abordé no satisfizo a ninguno de los dos. 
Desde ya augurio que esa pregunta reaparecerá una y otra y otra vez en las próximas sesiones. En la de hoy mismo. Dentro un rato.


foto: Rolf Rempel 

4 comentarios:

  1. Muchas mujeres pasan por situaciones iguales sufren sin decir nada y tienen culpa. La pregunta tiene que seguir estoy de acuerdo con la analista.

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    1. En efecto: muchas mujeres hasta que no encuentran la vía para llegar al orgasmo -todas tienen la posibilidad de llegar- no entienden qué les sucede o no saben a quién preguntar o callan o se sienten inferiores o culpables. Hace falta hablar mucho de sexo, como sugiere el personaje de esta historia.

      En cuanto a la pregunta que ese hombre hace, es una pregunta filosa, de muchas aristas. Y la analista, que es la terapeuta de la pareja, tendrá que acompañarlos en el proceso de encontrar respuestas que serán, claro, nuevas preguntas.

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  2. Me ha encantado… ¿Cuántas mujeres anorgásmicas hay sueltas por el mundo? Y lo que es peor: atroz… ¿Cuántos niños-as han sufrido y sufren abusos de algún miembro de su familia –los de personas ajenas al vínculo familiar tampoco son menos- y quedan impunes?

    Marta, amiga, hoy has lacerado mi alma con tu relato porque yo misma soy una víctima. No me importa decirlo.

    Creo que –aunque nunca lo olvide (que cosas, recuerdo cómo pasó pero los rostros siempre han sido transparentes)- ya se superó.

    Un abrazo, Ann@

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  3. Querida Anna:
    estuve pensando largo rato qué responderte y llegué a la conclusión que debía callar.
    Sobran mis palabras ante tu fuerza, tu valentía; y ante esa generosidad por compartir lo vivido y -tal como se desprende de tu relato- todo lo que venís luchando.
    Ni siquiera me atrevo a decir algo más que muchas, muchas gracias.
    Un abrazo. Marta

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